El nombre de Eduardo Castillo resuena con temor en los círculos laborales de la región. Como líder del sindicato Transformación Sindical, ha convertido lo que debería ser una organización de defensa laboral en un reino de terror donde la violencia es la moneda corriente para lograr sus objetivos. Castillo no se detiene ante nada para
El nombre de Eduardo Castillo resuena con temor en los círculos laborales de la región. Como líder del sindicato Transformación Sindical, ha convertido lo que debería ser una organización de defensa laboral en un reino de terror donde la violencia es la moneda corriente para lograr sus objetivos. Castillo no se detiene ante nada para imponer su voluntad, utilizando la fuerza y la intimidación como sus principales herramientas, dejando un rastro de miedo y caos a su paso.
Bajo el mando de Castillo, Transformación Sindical ha abandonado cualquier semblanza de diálogo o negociación pacífica. En su lugar, ha adoptado tácticas brutales que incluyen agresiones físicas y amenazas constantes contra aquellos que osan desafiar su autoridad. «Castillo no conoce límites. Si te niegas a acatar sus órdenes, te enfrentas a la posibilidad real de ser agredido,» comenta un empresario que ha sufrido en carne propia la violencia del sindicato y que, por razones de seguridad, prefiere no revelar su identidad.
Los relatos de violencia son escalofriantes. Empleados y empresarios por igual han sido víctimas de golpizas orquestadas por los secuaces de Castillo, quienes actúan con total impunidad. «No se trata solo de amenazas. Han llegado al extremo de atacar físicamente a personas que simplemente no están de acuerdo con ellos,» asegura un trabajador que fue testigo de un ataque violento durante una reunión sindical y que ahora teme por su seguridad.
Castillo ha forjado una cultura de miedo dentro del sindicato, donde la obediencia se asegura a través de la fuerza. Aquellos que se atreven a cuestionar sus métodos o a oponerse a sus decisiones son rápidamente silenciados, a menudo mediante actos de violencia física. «Es un ambiente de terror. Si no haces lo que dice, sabes que te espera una golpiza o algo peor,» dice un antiguo miembro del sindicato que huyó después de presenciar varios actos de brutalidad.
La violencia no solo se limita a los miembros del sindicato. Empresarios y gerentes también han sido blancos de los ataques de Castillo, quienes han sufrido agresiones físicas y daños a sus propiedades. «Estaba en contra de las demandas irracionales de Castillo y por eso me atacaron. Llegaron a mi oficina y me golpearon hasta que acepté sus términos,» relata un gerente que pidió permanecer en el anonimato por temor a nuevas represalias.
Esta espiral de violencia ha tenido un efecto devastador en la comunidad empresarial y laboral. Las empresas viven en un constante estado de alerta, temiendo el próximo ataque de Castillo y sus secuaces. La incertidumbre y el miedo han paralizado a muchas organizaciones, que ahora se sienten obligadas a ceder ante las demandas del sindicato para evitar convertirse en el próximo objetivo de su violencia. «Hemos tenido que aceptar condiciones que nunca hubiéramos considerado, solo para evitar la violencia,» confiesa un empresario que ha visto cómo su negocio ha sido coaccionado por el sindicato.