Un local situado en las inmediaciones de la Central de Autobuses de Puebla (CAPU), en la avenida de La Pedrera, funge como terminal de pasajeros. En este lugar, que no se identifica con logos o alguna razón social, más que con una serie de anuncios de viaje a la capital del país, decenas de camionetas
Un local situado en las inmediaciones de la Central de Autobuses de Puebla (CAPU), en la avenida de La Pedrera, funge como terminal de pasajeros. En este lugar, que no se identifica con logos o alguna razón social, más que con una serie de anuncios de viaje a la capital del país, decenas de camionetas particulares se forman para brindar traslados entre ambas urbes.
Son unidades particulares, que en su mayoría tienen placas de la Ciudad de México y el Estado de México, las que ofrecen de manera frecuente viajes que cuestan la mitad de precio que los que venden las empresas legalmente constituidas, a escasos metros de este lugar.
Dichos servicios son preferidos por decenas de poblanos y visitantes foráneos que muchas veces buscan una opción barata para trasladarse. A pesar de que ello implique viajar, en varias ocasiones, en hacinamiento, rodeado de objetos pesados y, en momentos, hasta de animales.
Tras una consulta hecha a la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), no se identificó una compañía de autotransporte federal registrada en esta ubicación.
Aunado a ello, personal de la dependencia federal advirtió que las características físicas de estas unidades, que no están rotuladas ni tienen placas especiales para trayectos entre dos o más entidades federativas, constituyen una notable irregularidad.
Por otra parte, se indagó con la Secretaría de Movilidad y Transporte (SMT) al respecto. No obstante, el personal de Comunicación Social se mantuvo sin comentarios sobre el tema.
Enganchan clientes con engaños
Luis Ángel es un estudiante foráneo del Estado de México. Cada dos semanas viaja a su lugar de origen con su familia. Sin un automóvil propio y con gastos limitados, se traslada en autobuses y, ahora, de manera más recurrente, lo hace con particulares que ofrecen viajes baratos por internet. Esto debido al alza de costos en los servicios de transporte terrestre.
Recientemente, el joven buscaba este tipo de viajes a través de una aplicación móvil conocida como Bla Bla Car, en la que diversas personas comparten sus viajes con otras personas que van al mismo lugar, a cambio de una cuota de recuperación. Esto se conoce como ride sharing.
La mayoría de veces, quienes ofertan trayectos en este sitio web son personas con automóviles particulares, que van desde sedanes hasta camionetas.
En su búsqueda encontró una propuesta con un precio bajo al lugar al que necesitaba llegar. Aunque el usuario que compartió el viaje no tenía fotografía, le causó confianza el hecho de ver que tenía una serie de reseñas. Además de que, según el perfil social, tenía un auto nuevo.
Concretó el viaje en una tarifa de 130 pesos y llegó al lugar pactado con Marcos, un nombre que, ahora sabe, no era el de su conductor. El sitio de encuentro era un local de la avenida de La Pedrera.
Al momento de llegar al punto, Luis Ángel descubrió que el vehículo de Marcos no era el que se mostraba en la aplicación. Tampoco viajaría con tres personas más, como se indicó en la oferta, sino más bien sería, en una camioneta modelo Urvan, con otros 14 pasajeros.
Desconcertado, se acercó a la puerta del lugar, donde una mujer le preguntó si “venía de Bla Bla Car”, a lo que contestó que sí. Luego lo registró en una libreta y, después de unos minutos, lo llamaron para abordar la unidad, un vehículo tipo van, con placas particulares.
Pese a sus dudas sobre la seguridad del servicio, y aunque pudo abandonar la situación, el joven confió en que, si otras personas lo usaban y no mostraban extrañeza, nada podía salir mal. Esto sin contar que el precio seguía siendo lo más ajustado a sus posibilidades.
Aunque reservó su lugar, al momento de subirse a la unidad no encontró ningún asiento disponible. El conductor le ofreció viajar en un banco para sentarse, colocado de manera improvisada junto a la puerta. Su segunda opción era esperar a la siguiente camioneta. Terminó aceptando y su trayecto lo hizo en este espacio incómodo y sin las medidas de seguridad.
Los lugares fijos tampoco poseen mucha comodidad. Tienen poco espacio para las piernas, y los cinturones de seguridad no funcionan en su totalidad. Además de que la ventilación es escasa, pues no siempre se activan los sistemas de aire acondicionado de la unidad.
Servicios diarios y pagos en efectivo
Estos servicios irregulares de transporte, que también combinan funciones de mensajería y paquetería a la Ciudad de México, se ofertan todos los días de la semana. Los recorridos empiezan a las 6 de la mañana y concluyen a las 9 de la noche, de martes a domingo. Los lunes empiezan a las 5 de la mañana. La frecuencia de viajes es de entre 30 y 40 minutos.
Aunque anuncian algunas “paradas autorizadas”, como Plaza Sendero, en Ixtapaluca, Estado de México; además de la estación de metro Acatitla, los choferes pueden parar en cualquier momento, mientras sean notificados con anticipación.
El destino final, de cualquier forma, es a unas cuadras de la estación Puebla, de la Línea 9 del Sistema de Transporte Colectivo Metro. El descenso es en la calle y no en un local o terminal.
Independientemente de esto, el costo del viaje es de 130 pesos por persona, el cual se debe cubrir desde el momento en que se aborda la camioneta. La forma de pago preferente es en efectivo, aunque también se permiten transferencias directas al conductor, ya que en el local que funge como terminal no se aceptan cobros, ni tampoco cuentan con terminales bancarias.
Objetos se mezclan con pasajeros
La paquetería está a criterio del conductor. Quien maneja puede elegir si cuestiona el contenido, o bien si utiliza los espacios vacíos, como pasillos y cajuelas, para transportar objetos a destinatarios en la capital del país.
En esta ocasión, el chófer acepta trasladar una hielera sellada y una jaula con un perro en su interior. Ambos paquetes viajan frente a otros pasajeros sentados a un costado de la puerta. El costo de trasladar este tipo de artículos oscila entre los 150 y 200 pesos.
También los conductores son responsables de escoger si trasladan más pasajeros de los que permiten o no sus asientos. El lugar del copiloto se paga al mismo costo y, en ciertos casos, las personas que manejan las unidades pueden llevar acompañantes para sus trayectos.
Ninguno de los viajeros recibe algún comprobante de pago, ni tampoco algún documento que acredite que, como usuario de autotransporte presuntamente federal, está amparado por algún seguro en caso de siniestro. Esto sin mencionar que tampoco se puede facturar al momento.
Así se vive el trayecto: conducen hasta 130 km/h
El viaje arranca por el bulevar Carmen Serdán, y la primera parada, apenas unos minutos después de partir, es una gasolinera. El conductor carga combustible con los usuarios en la unidad.
Si bien la normativa federal no impide realizar el llenado del tanque con los pasajeros, especialistas en transporte recomiendan no hacerlo, debido a que ello implica varios riesgos. Los principales son, la inhalación de vapores dañinos y complicaciones en la evacuación.
Ya en el trayecto, que abarca toda la autopista México-Puebla, el conductor realiza modificaciones en su velocidad, pues no existe un monitor que regule su andar.
En algunos puntos del viaje, como es el caso de las curvas que se ubican entre el poblado de Río Frío y San Marcos Huixtoco, ambos puntos en el Estado de México, el tacómetro marca incluso los 130 kilómetros por hora (km/h), cuando la señalética recomienda viajar a 80 km/h.
Los trayectos suelen durar entre 3 y 4 horas, dependiendo de las condiciones de tránsito. Sin embargo, es una realidad que dichas unidades irregulares viajan más rápido que un autobús convencional, que la mayoría de las veces tiene su velocidad controlada.
El regreso a la ciudad de Puebla es más complejo. A unas cuadras del metro Puebla –un lugar diferente al sitio donde se desciende en el viaje de ida–, en la esquina de la avenida Francisco Morazán y Calle 73, un local con propaganda en la que se ofertan “viajes y turismo a Puebla”, recibe a decenas de personas que pretenden abordar una de estas camionetas.
Dicho establecimiento opera como Viajes y Turismo La Voladora. Sin embargo, tras una exhaustiva búsqueda hecha en el Registro Público de Comercio (RPC), de la Secretaría de Economía federal, no se encontró ninguna empresa registrada bajo ésta razón social.
Entre semana, la fila para ocupar un lugar en estos vehículos se extiende por varios metros e incluso horas. Los jueves y viernes suelen ser de mayor demanda, especialmente por la tarde. El tiempo de espera puede ser de hasta 2 horas y media, pues cada unidad tarda en llegar entre 30 y 40 minutos.
Los recorridos de regreso a la Angelópolis suelen tener al menos un pasajero en un asiento improvisado. Sin contar que los usuarios van junto a varios objetos trasladados en paquetería.
En este trayecto el cobro se hace hasta la mitad del viaje. Usualmente, los chóferes se detienen en alguna de las gasolineras situadas en los municipios de San Martín Texmelucan o Cuautlancingo. Nuevamente, es imposible realizar pagos con tarjeta de crédito o débito.
Restricciones legales para vehículos particulares
De acuerdo con las normas mexicanas aplicables, como la Ley de Caminos, Puentes y Autotransporte Federal, además del Reglamento de Autotransporte Federal y Servicios Auxiliares, un servicio de transporte se considera de índole federal cuando éste opera en vías de jurisdicción nacional y, además, su ruta conecta a dos o más entidades federativas.
Al cumplir con este requisito indispensable, como ocurre con estas camionetas, se requiere una serie de validaciones legales. Entre las más importantes se encuentran, contar con placas especiales y licencias federales, tanto para el transporte de pasajeros como para los servicios de turismo. Esto sin contar que es necesario contar con un folio activo en el Registro de Autotransporte Federal (RAF) y una póliza de seguro vigente para este tipo de uso.
Según la ley, las unidades que se emplean para el transporte de pasajeros a nivel federal requieren contar con placas expedidas por la SICT. Estas identificaciones son, a simple vista, diferentes a las estatales. Además, permiten circular por el país bajo la normativa nacional.
Por lo tanto, los vehículos particulares no pueden ofrecer legalmente los servicios de autotransporte federal de pasajeros en México, ni aunque se trate de empresas turísticas.
Análogamente, funcionarios de la dependencia federal indicaron, a través de una consulta telefónica, que las empresas que ofrecen este tipo de servicios deben forzosamente tener sus unidades rotuladas.
Estos identificadores visuales deben incluir datos específicos, como el nombre o razón social de la compañía, logos y el número económico de cada unidad. Adicionalmente, algunos prestadores de servicios colocan leyendas como “transporte de turismo” o “transporte federal” en los vehículos, aunque esto se reconoce usualmente mediante el tipo de placas que utilizan.
Finalmente, las sanciones por incumplir estos lineamientos son esencialmente de carácter administrativo. Conducir unidades particulares para fines federales puede provocar el retiro del vehículo, multas económicas y hasta la cancelación de la póliza del seguro, en caso de contar con una.